Eran muchos momentos de complicidad entre mi hermano y yo. Sin embargo, como es sabido las relaciones sociales no deben dejarse de lado y es así que nuestros padres llegaron a intimar relaciones de amistad entre ellos y la familia Valencia que vivían a cinco minutos de nosotros. Era una familia muy conservadora de las antiguas tradiciones, tenían una hermosa hija de 18 añitos, Betty, que aun no tenía novio. Esta chica era una morena hermosa, delgada, de estatura media, digamos 169 centímetros, trasero y pechos pequeños conforme su contextura, cabello negro y lacio, que le llegaba hasta diez centímetros debajo de sus hombros, ojos marrones algo achinaditos, en pocas palabras la nena era una dulzura. Mi hermano y yo estábamos deseosos de ella.